|
La Autoestima, una trampa para el amor |
– ¿Para qué lees esto? ¡La autoestima no es cristiana! – dije, tomando el libro que mi amiga acababa de poner sobre la mesa.
Se trataba de un ejemplar de pasta dura en el que se leía con grandes letras azules sobre fondo blanco: "Convierte a tu hijo en un triunfador” y en letras más pequeñas: “Diez consejos para elevar la autoestima de tus hijos”, escrito por una Dra. Scott, psicoanalista y terapeuta de una Universidad inglesa.
Fue muy notorio el respingo que dieron y la expresión de escándalo con la que me voltearon a ver todos los presentes al escuchar mi frase, a la que yo no encontraba nada de extraño. Al ver la reacción y sentir las miradas que me traspasaban como cuchillos ardientes, alcé un poco los hombros, sonreí tímidamente y mirando un poco a todos, repetí de manera pausada:
– Pues… de verdad… la autoestima NO es cristiana!
Estábamos en una reunión en la que había padres y madres de familia, algunos de ellos psicólogos, cristianos ortodoxos todos y todos practicantes. Y no digo practicantes de “cultos de domingo”, sino de esos practicantes de verdad practicantes: apostolados diarios y reuniones dos a tres veces por semana, de ejercicios espirituales constantes, dirección espiritual y formación continua. Digamos que se trataba de un público sumamente selecto.
Días más tarde me enteré del porqué de la violenta reacción ante mi frase. Resultó ser que varias mamás de las ahí presentes, estaban llevando a sus hijos con los psicólogos, también presentes, por haber sido diagnosticados en el colegio (muchos católicos, por supuesto) con un problema de “baja auto estima” y, claro, el dinero salía del bolsillo de las mamás y se iba al de los psicólogos, para pagar las terapias enfocadas a “elevar la autoestima” que les estaban aplicando a sus pequeños retoños.
Peor aún… luego me enteré que uno de los psicólogos ahí presentes vive de impartir talleres de autoestima a maestros, alumnos y padres de familia. Digamos que… sin yo saberlo, toqué fibras sensibles, extremadamente sensibles.
Eran mis amigos… Y digo “eran” porque no sé si lo seguirán siendo después de aquella noche. Pero como yo no sabía en ese momento la historia de las terapias y los talleres, tranquilamente expliqué por qué había dicho lo que había dicho.
Fue un discurso más corto que el que pondré ahora, pero… a final de cuentas, fue más o menos lo mismo.
Ahora quise ponerlo por escrito, sólo por si hay algunos más que piensen que la autoestima, de la que tanto se habla hoy en día, es compatible con el cristianismo.
¿De dónde viene el término "autoestima"? ¿Cuál es su origen?
El término “auto-estima” que viene del inglés “self-esteem” fue inventado por Sigmund Freud, y difundido luego por Carl Jung, Abraham Maslow y Carl Rogers, que de cristianos… no tienen absolutamente nada y que está comprobado el daño real que han hecho a la Iglesia y al mundo entero con sus teorías. Para saber más de este tema, hacer click aquí.
Para Freud, la religión es una neurosis infantil que impide crecer al hombre y llegar a su madurez. Dice que es algo inventado por el hombre para apaciguar su angustia y llenar su necesidad de protección.
Según él, Dios-Padre es el fantasma del hombre-niño que no se atreve a afrontar su realidad y que busca un refugio para su sentimiento de culpa. La autoestima es la liberación de ese Dios-fantasma y al desarrollarse, permite el crecimiento de la persona como adulto autónomo, sin Dios ni religión.
“Yo soy”, “Yo tengo”, “Yo puedo”, “No necesito de nadie”, “Todo me lo merezco”… fomentar la autoestima es fomentar el orgullo, la soberbia, la avaricia, la codicia, la lujuria… porque en ella, el centro es el “Yo” y todo es autocomplacencia del yo.
Pero no es el caso ahora hablar de los errores de Freud, pues ya muchos lo han hecho: Thomas Szasz en su libro culmine sobre críticas al sistema terapéutico de la psiquiatría El Mito de la Enfermedad Mental, sobre el estigma del diagnóstico, el P. Antonio Orozco Desclós y el Dr. Aquilino Polaino son críticos exponentes y la excelente colaboración adelantándose a las épocas del Dr. Norman Matlin (IAD) en varios de sus libros. Se debe señalar a Rudolf Allers (1883-1963) quien lo ha expuesto de manera magistral en su libro What´s wrong with Freud? La autoestima, tal como la concibió Freud y tal como se presenta en los talleres y libros que están de moda, dice “ámate a ti mismo” y Jesucristo, por el contrario, dice “niégate a ti mismo”:
“El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame enseguida, porque el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” Mt 16,24-26.
Jesús no dice ÁMESE a sí mismo, sino NIÉGUESE a sí mismo. ¿Necesitamos más comprobación que eso?
He visto en algunas clínicas de autoestima, que para ganar clientes cristianos, utilizan en sus anuncios a Jesucristo, arguyendo que Él nos dijo que te tienes que amar a ti mismo para amar a los demás y para esto, citan la frase: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo” Mt 22,39.
Pero, si nos fijamos bien, el mandamiento es amar a Dios y amar al prójimo. El “como a ti mismo” es sólo el modo de hacerlo. Y por supuesto, no es lo mismo decir “Ama a tu prójimo como a ti mismo” que “Ámate a ti mismo para poder amar a tu prójimo”.
Es un simple truco de mercadotecnia que nos embauca fácilmente.
Si seguimos leyendo el Evangelio, vemos que cuando Jesús dice eso, completa la frase diciendo “En esto se resumen la Ley y los profetas” Mt 22,40.
La ley hebrea se resume en esos dos mandamientos, pero es una ley que se debe cumplimentar y complementar a nuestro deber, y la acción cotidiana para con el otro. Dios nos hace diferentes, nos renueva. Esta es la promesa que nos hizo y "ahora hago el universo nuevo" Ap 21,5. Y es cierto. Lo afirmó nuestro gran amigo Pablo: "El que es de Cristo es creatura nueva; lo antiguo a pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilio consigo" 2Cor 5,17-18.
Jesucristo nos dice más adelante: “No he venido a abolir la ley, sino a perfeccionarla” y la perfeccionó, sí que la perfeccionó, dándonos un nuevo mandamiento, el Mandamiento del Amor: “Un nuevo mandamiento os doy: Que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado” (Jn 13,34).
Jesús sustituye el “como a ti mismo” por algo mucho más ambicioso y perfecto: “como Yo los he amado”.
¿Y cómo nos amó Jesucristo? Entregándose a sí mismo, olvidándose por completo de sí, renunciando a todo por amor a nosotros… y siendo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (Jn 13,34).
Los que defienden sólo el “amar a los otros como a nosotros mismos”, sin tomar en cuenta el nuevo mandamiento, se quedaron antes de Jesucristo (están un poco pasados de moda), se quedaron en la Ley del Antiguo Testamento, en la ley del talión “Ojo por ojo y diente por diente” Ex 21,24 o en la ley mínima de “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti” Kung Fu-Tse.
Se quedan cortos, cortísimos, pues el amor que nos predicó Jesucristo, con su Palabra y con su vida, va mucho más allá de amar a los otros “como a nosotros mismos”. Lo novedoso, lo actual, es amarnos unos a otros tal como Jesús nos amó.
-
"Éste es el mensaje revolucionario de Cristo, por el que sus discípulos son puestos en disyuntiva de negarse a sí mismos, de dominar y sublimar sus egoísmos brutales para servir desinteresadamente a sus semejantes, o simplemente, de renunciar a ser discípulos suyos. Y no quiso dejar lugar a dudas: lo afirmó con la palabra, llamándolo su mandamiento nuevo, distintivo de cuantos quisieran seguirlo, y lo confirmó con obras, muriendo en la cruz en acto de servicio amoroso, el más grande, a los hombres, y de glorificación humilde a su Padre celestial." P. Marcial Maciel, 22 de abril de 1973
- "Ama hasta que te duela, y si te duele, es buena señal." Beata Madre Teresa de Calcuta
- "Amor al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar." Ibídem
- "Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros." Albert Einstein
- "Aquel que procura el bienestar ajeno, ya tiene asegurado el propio." Kung FuTse, Confucio
El Nuevo Testamento nos enseña lo opuesto a la autoestima
Bastan, para comprobarlo, algunas frases y escenas sacadas del Evangelio:
“El que se enaltece, será humillado y el que se humilla será enaltecido.” Mt 23,12 Lc 14,11; 18,9-14
“Quien quiera ganar su vida, la perderá y quien la pierda por amor a mí, ése la ganará.” Mc 8,36
“El que quiera ser el primero entre vosotros que sea el servidor de todos.” Mt 20,27 Mc 9,35; Mt 23,11, Mc 10,43-44 Lc 22,26
“Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.” Mt 20,16
“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos.” Jn 15,13
“Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo, pero, si muere, dará mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde...” Jn 12, 24-26
“No he venido a ser servido, sino a servir.” Mt 20,28 Mc 10,45
Jesús reprueba la actitud del fariseo: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás..." (Lc 18,9-14) y alaba, en cambio, la actitud del publicano, que no se sentía digno: "Apiádate de mí, que soy pecador" Lc 18,13b. Reprueba al que tiene una “elevada autoestima” y alaba al de la “baja autoestima”.
Alaba la actitud del centurión que se declara indigno “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa...” Mt 8,8.
Le concede el favor a la mujer moabita que acepta ser comparada con un perro: “Los perrillos también comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Mt 15.27
Perdona los pecados a la mujer pecadora que se lanza a sus pies, “con la autoestima hasta el suelo” y en cambio, reprueba la actitud de Simón el fariseo, quien por tener “una elevada autoestima” se olvida de ofrecerle agua a Jesús para que se lavase los pies.
Hay más actitudes del cristiano, tomadas del Sermón de la Montaña, que resultan impensables para alguien que tenga “un elevado concepto de sí mismo” que es lo que ofrecen los cursos y talleres de autoestima; pero para amar semejante a Jesús nos ha amado, debemos actuar abnegadamente: (ver Lc 6,27-38)
“Ama a tus enemigos, haz el bien a los que te odian”
“Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra” Mt 5, 38-48
“Da a quien te pida y no reclames al que te quita lo tuyo”
“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial”. Mt 6,1
“Cuando ores, métete en tu cuarto y cierra la puerta para que nadie te vea”
“Cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”
“Cuando ayunes, lávate el rostro para que nadie se dé cuenta”
Están también las Bienaventuranzas: (Mt 5,1-12)
“Felices los pobres… los que tienen hambre… los que lloran… los mansos… los misericordiosos…” Mt 5,3
“Felices seréis cuando os injurien y os persigan y digan toda clase de mal contra ustedes por mi causa… Alegraos y estad contentos porque su recompensa será grande en el cielo” Mt 5,11-12
¿En dónde quedó la autoestima? En ningún lugar del Evangelio encontramos que Jesús diga: “Si quieres ser feliz, amate a ti mismo”. Más bien dice todo lo contrario:
“El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo…”. Mc 8,34-35
La teoría de la “autoestima” nos dice que el alto concepto que tengamos de nosotros mismos y la confianza que tengamos en nosotros mismos y en nuestras capacidades es lo que nos hará ser personas “realizadas”.
Cristo nos dice exactamente lo contrario: que para ser verdaderamente felices debemos negarnos a nosotros mismos, que primero están Dios y los demás y que uno debe ser "el último de todos" (Mc 9,35). Nos asegura que, al negarnos a nosotros mismos y al poner las cosas en ese orden, entonces nos evolucionaremos como personas. Lograremos la auténtica felicidad siempre anhelada por todos. La “autoestima”, por el contrario, nos lleva a que seamos nosotros el centro de nuestra atención (egocentrismo) y a que nos sirvamos primero a nosotros mismos (egoísmo). Promueve el primero yo, segundo yo y tercero yo.
Cuando el pobre de Pedro, con buenas intenciones, intentó alimentar la autoestima al Señor, tratando de disuadirlo de la Pasión, diciéndole seguramente con un enfoque algo fàustico como: "No, Señor, eso no pasará, tú eres muy bueno, no debes sufrir tanto…", Jesús lo rechazó de inmediato: “Apártate de mí, Satanás” (Mt 16,23; Mc 4,13+).
Y el intento del Engañador de disuadirlo en el desierto, claramente el demonio busco distraer a Jesús de sus metas, no elevar su “autoestima”. “Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se
conviertan en pan”; “Si eres el Hijo de Dios tírate de este precipicio”;
“Todos estos reinos te daré…” (Mt 4,4-11).
¿Cuál fue la respuesta de Jesús? “Apártate de mí, Satanás” (Mt 4,10; Rom 8,5; Col 3,2).
El amor debe ofrecerse siempre incondicionalmente y sin tapujos:
|